REGULAR EL DEPORTE INFANTIL
Fútbol, niños, psicodrama
Se transforman los partidos escolares en frentes de batalla y el Gobierno vasco prepara leyes en lugar de antidisturbios
26.04.13 - 11:14 -
Llega el fin de semana y los niños se preparan para la guerra. Los detalles están anotados en el papelito que les dieron en el último entrenamiento. Sociedad Deportiva Tximeleta contra Hermanos Marianistas, Pre-Benjamín B, sábado, diez y media, I.E.S. Luke Skywalker, Arrankubeitia. Aunque lleva impreso un sonriente ratón futbolista, el papelito es un billete de ida al frente del psicodrama. Los jugadores desplazados tienen todos siete años.
Llega el fin de semana y a algunos niños les duele la tripa. La tensión ha ido aumentando a medida que aparecía por casa el matalotaje banderizo de cada semana: la camiseta con el 10, las medias y espinilleras, las réplicas diminutas de las botas de Messi, la bolsa de deporte patrocinada por un taller local y serigrafiada con el nombre algo kafkiano de la estrella: Iskander P, Garikoitz M, Josu K.
Camino del partido, los niños miran a sus padres, piensan en sus entrenadores, tragan saliva y se dicen: «Allá vamos». Saben que no será raro que todo se complique, que haya gritos, quejas y problemas, que su inevitable torpeza termine defraudando a esos adultos que tanto parecen esperar de ellos.
Es ya un tópico escandalizarse por lo que pasa en los campos del país: el entrenador chandalista acosando al árbitro imberbe, las madres que se ríen de los críos del equipo rival, el padre que no deja de gritarle al tembloroso fideo con gafas que es su hijo que marque por delante, y que vaya fuerte al cruce, ¿cuántas veces tengo que decirtelo?, como en el vídeo que te pongo en casa, Bergomi anulando a Rummenigge, Mundial 82, y no le dejes recibir, métele el codo, no le dejes recibir, pero qué pitas árbitro, estás ciego, es carga legal, hombro con hombro, imbécil, que eres imbécil, carga legal.
Puede que el partido del Pre-Benjamín B en Arrankubeitia hasta salga en los periódicos. Por la invasión de campo. Y por el niño del ataque de ansiedad. Y por las escaramuzas entre los distintos grupos ultras de progenitores. Lo cierto es que las cosas siempre han sido un poco así. Siempre hubo patadas, colegios peligrosos y espectadores indignados oliendo mucho a vermú. Sin embargo, nunca fue un problema. Quizás porque antes los padres metían menos las narices en los asuntos de sus hijos y no iban masivamente a los partidos. Ahora van hasta los tíos. Y muchos creen que su niño, tan especial, es realmente bueno. Conclusión: el Gobierno vasco prepara una ley que regule el comportamiento de jugadores, familiares, entrenadores y directivos.
Se trata, según parece, de que el deporte infantil consiga algo que llaman ‘educar en valores’. ¡Pero si es justo lo que hace! Piénsenlo un momento. Los niños están aprendiendo hoy en esos campos lecciones fundamentales, importantísimas. Por ejemplo, que sus padres son unos psicópatas y que, como avisó Larkin en un poema famoso, les han traído al mundo para joderles bien. También que los adultos ven demasiado la tele, que la autoridad más absurda puede enloquecer a un espíritu mediocre y que, aunque sea extraño, en esta vida serán siempre los hombres más obesos y abotargados los que se lancen a sentar cátedra sobre cualquier clase de actividad deportiva.
Digámoslo de otro modo: de los campos deportivos infantiles del país han de salir necesariamente muchos científicos. Lo que deberían hacer las autoridades no es reprimir la chifladura, sino fomentarla. Calentar a los padres. Se me ocurre que podrían emitirse por la tele programas en los que tertulianos deportivos famosos gritasen también sobre fútbol base. Imagínenselos diciendo que Jagoba B. es un chulo que no siente los colores de Escolapios, que Carlitos P. está gordo y juega solo porque su tío es el coordinador de infantiles del San Ignacio, que los árbitros favorecen al Colegio Alemán y que se han visto maletines en ciertos vestuarios...
Sería fabuloso. Y muy conveniente. Conseguiríamos que de esos campos saliesen, no solo científicos, sino también poetas, filósofos, delicadísimos músicos barrocos. Así que nada de legislar, Gobierno vasco. ¡Azuzar! Otra cosa es que se adapte el reglamento a las nuevas necesidades del juego. Ahí no veo mayor problema: «Se sancionará con tarjeta amarilla al jugador de campo que rompa a llorar, interrumpiendo el juego, cuando su propio padre le amenace de muerte desde la banda».
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